Me gustaba levantarme casi al amanecer e ir al rancho donde vivía Don Roberto, un peón que debería tener cerca de 50 años, pero parecía de 100... era el lugar de reunión con los demás peones.
Mientras esperábamos la llegada del resto, alrededor del fogón y tomando unos amargos, comenzaban las conversaciones de las tareas a realizar, las ya realizadas, y la búsqueda de soluciones a los problemas del día.
Yo, en un rincón escuchaba atentamente los comentario de Don Roberto.
Hasta mi tío Luis, "el patrón" seguía las recomendaciones de él. Ni hablar de los demás peones. Con sólo mirarlos, Don Roberto les hacía entender que era lo que había que hacer.
Por ser el menor de esa ronda de trabajadores, ni siquiera se me ocurría abrir la boca -Mientras los mayores hablan, los niños guardan silencio- decía mi tío Luis.
Cierta mañana, después de organizar el trabajo, se me acercó Don Roberto y me dijo:
-Usted, no trajo abrigo?
-No- respondí sorprendido.
-Tome el poncho éste, que a la tarde le va a hacer falta- dijo, dejando el poncho en mis manos y marchándose.
Y realmente lo necesité, porque esa tarde, en cuestión de segundos, el cielo se llenó de nubes oscuras y se levantó mucho viento; haciendo que la temperatura bajara considerablemente. Al ver esto, volvimos todos al rancho de Don Roberto. Me acerque a él y mientras le devolvía el pocho, le dí las gracias...
-Déjeselo nomás- dijo, mientras agregaba -y para mañana vengase con botas para el agua, porque va a llover... Y no se equivocó, al día siguiente, no paró de llover.
A partir de ese momento, lo primero que hacía después de llegar al fogón, era preguntarle a Don Roberto, como iba a estar el clima ese día. Siempre acertaba y algunas veces, hasta se animaba a adelantar el pronóstico por dos días consecutivos.
Mi gran inquietud, era saber como hacia para darse cuenta; que capacidad especial poseía para entender la naturaleza. Lo seguía con la mirada, para ver si descubría a que le prestaba atención, que señales tenía en cuenta, para saber el estado del tiempo.
Cierta mañana, al saludarlo y preguntarle como iba a estar el día, me respondía con un: -No sabría decirlo, jovencito... dejándome confundido.
A la mañana siguiente, igual respuesta. Y así durante tres días más.
Decidido a saber cuál era el motivo por el que no me daba más la información del tiempo, tomé valor, y después de que se retiraron la mayoría de los peones, me planté frente a él.
-Don Roberto, usted está enojado conmigo..?
-De ninguna manera, jovencito, porqué me pregunta...
-Porque hace unos días que no me dice como va a estar el tiempo; y yo creía que no me decía por estar enojado conmigo...
-Jovencito, en honor a nuestra amistad, le voy a decir la verdad. No puedo decirle como va a estar el clima porque se me agotaron las baterías de la radio...
Mientras esperábamos la llegada del resto, alrededor del fogón y tomando unos amargos, comenzaban las conversaciones de las tareas a realizar, las ya realizadas, y la búsqueda de soluciones a los problemas del día.
Yo, en un rincón escuchaba atentamente los comentario de Don Roberto.
Hasta mi tío Luis, "el patrón" seguía las recomendaciones de él. Ni hablar de los demás peones. Con sólo mirarlos, Don Roberto les hacía entender que era lo que había que hacer.
Por ser el menor de esa ronda de trabajadores, ni siquiera se me ocurría abrir la boca -Mientras los mayores hablan, los niños guardan silencio- decía mi tío Luis.
Cierta mañana, después de organizar el trabajo, se me acercó Don Roberto y me dijo:
-Usted, no trajo abrigo?
-No- respondí sorprendido.
-Tome el poncho éste, que a la tarde le va a hacer falta- dijo, dejando el poncho en mis manos y marchándose.
Y realmente lo necesité, porque esa tarde, en cuestión de segundos, el cielo se llenó de nubes oscuras y se levantó mucho viento; haciendo que la temperatura bajara considerablemente. Al ver esto, volvimos todos al rancho de Don Roberto. Me acerque a él y mientras le devolvía el pocho, le dí las gracias...
-Déjeselo nomás- dijo, mientras agregaba -y para mañana vengase con botas para el agua, porque va a llover... Y no se equivocó, al día siguiente, no paró de llover.
A partir de ese momento, lo primero que hacía después de llegar al fogón, era preguntarle a Don Roberto, como iba a estar el clima ese día. Siempre acertaba y algunas veces, hasta se animaba a adelantar el pronóstico por dos días consecutivos.
Mi gran inquietud, era saber como hacia para darse cuenta; que capacidad especial poseía para entender la naturaleza. Lo seguía con la mirada, para ver si descubría a que le prestaba atención, que señales tenía en cuenta, para saber el estado del tiempo.
Cierta mañana, al saludarlo y preguntarle como iba a estar el día, me respondía con un: -No sabría decirlo, jovencito... dejándome confundido.
A la mañana siguiente, igual respuesta. Y así durante tres días más.
Decidido a saber cuál era el motivo por el que no me daba más la información del tiempo, tomé valor, y después de que se retiraron la mayoría de los peones, me planté frente a él.
-Don Roberto, usted está enojado conmigo..?
-De ninguna manera, jovencito, porqué me pregunta...
-Porque hace unos días que no me dice como va a estar el tiempo; y yo creía que no me decía por estar enojado conmigo...
-Jovencito, en honor a nuestra amistad, le voy a decir la verdad. No puedo decirle como va a estar el clima porque se me agotaron las baterías de la radio...
22 comentarios:
Pri!
Jeje... La magia no existe, las ilusiones si! Abrazo
Dulce, te sigo leyendo. No te asustes, en algún momento y nuevamente de pié volveré a escribir. Mientras... tenemos muchas vías cercanas.
Sólo por el tiempo que necesito para volver a levantarme. Me hacés falta.
Necesito el desahogo del tiempo para que todo se cure.
Laura.
Qué linda historia (aunque al final desaparece todo -o parte- del misticismo de Don Roberto)
creer en algo es genial!!!
Che, la radio, anda?
Saludos
jajaja como que Roberto te pinchó el globo, ¿verdad?
pero fue linda la ilusión
besos
Que linda experiencia. ¿Es real o te la inventaste? Con esa imaginación que tienes no me sorprendería que fluyera de tus fantasías...
Por cierto, ¿qué pasa con la historia de la botella?
Un besito
Me quedo todo el mes por acá.
No sea perezoso y escriba.
Mil cariños
buenisimo, un maestro el viejo. la magia esta en todos lados, hay que saber dizfrasarla e inventarle una explicacion racional nomas.
exitos
Jajaja, un grande!!
Mi nona miraba el cielo despejado y te decía "a eso de las tres va a llover". Y llovía.
Pero ¿Esto era verdad o es una historia-chiste?
Igual está muy bueno.
Bueno, volví a los pagos.
Saludos!
Plas! Plas! Plas!!!
Es excelente!!!!
En nuestros campos (argentinos, digo) suelen suceder estas cosas!!!
Pa qué más!
Don anónimooooo!!!!
Volvíiiii !!!
Muy buena su historia!!!
che por donde andas tanto tiempo!!! tengo novedades !!!! pasa por mi estrellita por ahi te gusta!!!!
excelente. un capo don roberto
así es,una dulce historia..creer,imaginar ,soñar...más allá de que luego los globos se pinchen..te dejo un saludo muy afectuoso.
Que tierna historia ...y que rabia que se rompiera esa magia .
Un beso
Che, que pasa que no hay entradas nuevas?
Un abrazo!
Sr Anonimo,
Como que ya se tomo muchas vacaciones no le parece????
Besos!!
"Visto y considerando que la chancha no es de andar, se le resuelve poner el collar, para llevarla tirando"
No sé si captás, pero tooooodos queremos post nuevo!!!
jajaja
creoq ue cómo este hay mil de la misma índole, que linda la inocencia.
=)
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