Mirtha Esther regresa a su monoambiente después de estar tres días internada (un día, por el ataque de nervios por lo sucedido con Jacinto... los otros dos días por los golpes recibidos en la cabeza, con una pala primero; y un hacha después).
-Qué voy a hacer ahora, donde está mi Jacinto, porque nadie me dice nada..?- se preguntaba.
En ese preciso momento suena el teléfono.
-¿Hola... quien habla..?
-El Jefe de Bomberos. Necesitaría hablar con usted, tenemos algunas pistas y ...
-¡¡No tengo nada de que hablar con usted, señor "Jefe de Bomberos golpeador"!!
-Escúcheme señora, es muy importante.- alcanzó a decir el oficial, antes de que Mirtha Esther cortara.
Al cabo de unos minutos, el teléfono sonó nuevamente...
-Pero quien se cree que es usted para llamarme, después de haberme golpeado...-
-Por favor señora, tengo información, creemos saber que le puedo haber pasado a su marido. ¿Podemos pasar por su casa?-
-Si... eh, bueno, pero quien más va a venir?
-El comisario y yo, los mismos que fuimos a visitarla mientras estaba en observaciones en la clínica.
-Está bien, los espero dentro de una hora.
-Pasen, tomen asiento- dijo Mirtha Esther- Un cafecito?
-No, gracias. Míre señora, el asunto es el siguiente: Aparentemente, han robado unos contenedores con desechos nucleares de la central de Atucha.
-Y eso que tiene que ver con mi marido?
Mientras el jefe de bomberos le explicaba, el Comisario, como buen oficial de policía que era, se dedicaba a inspeccionar la casa y "recolectar pruebas"...
-Señora, veo que tiene unas cuantas botellas descartables de dos litros y cuarto de pespi en la basura, usted, y principalmente su marido, consumen esa bebida?- preguntó el Comisario.
-Así es, precisamente Jacinto iba a comprar pepsi cuando ocurrio todo.
-Ajá !!! Entonces, lamento comunicarle señora, que su marido se ha convertido en una botella descartable de dos litros y cuarto de Pepsi !!!!-
-Usted está completamente loco Comisario !!- gritó Mirtha Esther, mientras era presa, otra vez, de un violento ataque de nervios.
-Menos mal que ya le tengo aprecio- se dijo para sí el Jefe de Bomberos; mientras sacaba una pequeña linterna para darle, nuevamente, un golpe en la cabeza, que la tranzquilizara...